Comenzamos un nuevo ciclo lectivo que se presenta lleno de desafíos para enfrentar. El Equipo de conducción les desea un buen comienzo y un productivo año de trabajo.
En la pestaña CAPACITACIÓN DOCENTE encontrarán los modelos de planificación y programa y todos los documentos necesarios para planificar.
CALENDARIO ESCOLAR 2018
NO HAY AÑOS MALOS por Mamerto Menapace
Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes
y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que
se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar,
de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos
son sólo instancias de aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros,
el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del
cultivo de la voluntad.
Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla,
pero está en mi voluntad el poder hacerlo.
Ser feliz es una decisión, no nos olvidemos de eso.
Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder
construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días
a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: A aprender a amar,
a dejar huella y a ser felices.
En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y
creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento.
El trabajo, sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien
en nuestra salud mental. Ahora el significado del cansancio es visto como algo
negativo, de lo cual debemos deshacernos, y no como el privilegio de estar
cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros.
A esta tierra vinimos a cansarnos...
Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender
que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra
libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados
y así poder amar más y mejor.
El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad,
ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones
inmediatas en pos de cosas mejores. Hacernos cariño y tratarnos bien
como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias,
a los choferes de los micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos.
Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares, y para eso tiene que haber
olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden
que acuse que ahí hay vida.
Nuestras casas, independientes de los recursos, se están volviendo demasiado
perfectas que parece que nadie puede vivir adentro.
Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello.
La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con
la inteligencia espiritual.
Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación,
a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros
con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor
dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo,
habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas,
pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene
que ver con los problemas que tengamos sino con la ACTITUD con la cual enfrentemos
lo que nos toca.
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio,
con las penas pasa al revés. Se achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.
Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías
y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro."
Mamerto Menapace
Monje benedictino y escritor argentino.
Arte: Fernando Olivera
y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que
se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar,
de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos
son sólo instancias de aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros,
el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del
cultivo de la voluntad.
Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla,
pero está en mi voluntad el poder hacerlo.
Ser feliz es una decisión, no nos olvidemos de eso.
Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder
construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días
a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: A aprender a amar,
a dejar huella y a ser felices.
En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y
creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento.
El trabajo, sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien
en nuestra salud mental. Ahora el significado del cansancio es visto como algo
negativo, de lo cual debemos deshacernos, y no como el privilegio de estar
cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros.
A esta tierra vinimos a cansarnos...
Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender
que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra
libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados
y así poder amar más y mejor.
El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad,
ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones
inmediatas en pos de cosas mejores. Hacernos cariño y tratarnos bien
como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias,
a los choferes de los micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos.
Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares, y para eso tiene que haber
olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden
que acuse que ahí hay vida.
Nuestras casas, independientes de los recursos, se están volviendo demasiado
perfectas que parece que nadie puede vivir adentro.
Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello.
La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con
la inteligencia espiritual.
Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación,
a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros
con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor
dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo,
habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas,
pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene
que ver con los problemas que tengamos sino con la ACTITUD con la cual enfrentemos
lo que nos toca.
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio,
con las penas pasa al revés. Se achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón.
Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías
y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro."
Mamerto Menapace
Monje benedictino y escritor argentino.
Arte: Fernando Olivera